Las Internacionales

Yevgeni Prigozhin, el oligarca leal al Kremlin que lanzó un inédito órdago a Putin

El nombre de Yevgeni Prigozhin ha ejemplificado como pocos en estos últimos años el ascenso a círculos de poder de oligarcas afines al Kremlin y, en particular, al presidente ruso, Vladimir Putin. Su figura ganó especial relevancia como líder de una red de mercenarios, el Grupo Wagner, que se hizo imprescindible en la guerra de Ucrania y que llegó a poner en tela de juicio el dominio del todopoderoso Putin.

Prigozhin nació en 1961 en la antigua Leningrado, la actual San Petersburgo. En la década de los ochenta, pasó nueve años entre rejas tras una condena por robo y, al salir de prisión, se topó con una Rusia que comenzaba a sacudirse la época soviética y daba pie a nuevas oportunidades, tanto en el ámbito político como en el empresarial.

Comenzó a prosperar vendiendo perritos calientes, pero en solo cinco años y, tras comprar parte de una cadena de supermercados, acabó abriendo su propio restaurante. El local sirvió de epicentro de la red de contactos que Prigozhin iría confeccionando a lo largo de los siguientes años, conforme ampliaba el negocio.

Uno de sus bienes fue también el inicio de una alianza que resultaría clave: ‘Isla Nueva’, un barco que navegaba en el río Neva y donde Putin comenzó a llevar a sus invitados. Prigozhin, en una entrevista recogida por la cadena BBC, fija aproximadamente su primer encuentro con Putin en torno a abril de 2000, al principio del mandato del presidente, durante una visita del entonces primer ministro japonés Yoshiro Mori.

La primera fase de la relación entre ambos tenía un carácter puramente comercial. Prigozhin fundó una compañía de catering, Concord, que fue contratada por el Kremlin para suministrar alimentos al Ejército y a los colegios públicos del país, y el líder de Wagner permaneció más o menos en segundo plano durante la siguiente década.

Un documento filtrado del bufete de abogados ruso Capital Legal Services, que contaba con Prigozhin entre sus clientes, detalla que el líder de Wagner se pasó la década de los 2000 dedicado al negocio de la hostelería a través de Concord. Ausente de esta biografía, recogida por el portal ‘The Intercept’, se encuentra no obstante su giro decisivo al negocio de las armas con la fundación del grupo de mercenarios, del que se tuvo conocimiento público por vez primera en 2014.

Fuentes del diario ‘The Guardian’ apuntan que la creación de Wagner tenía mucho que ver con el concepto de “negación plausible”, dado que, por aquél entonces, Rusia había declarado ilegales a las compañías militares privadas. “Creo que fue Prigozhin quien le planteó directamente a Putin la cuestión. Quizás estaba la Inteligencia militar rusa de por medio, pero sospecho que este proyecto estaba completamente en manos de Prigozhin”, según un antiguo oficial del Ministerio de Defensa ruso, bajo anonimato.

El Ministerio proporcionó a Prigozhin un terreno en Molkino, en el sur de Rusia, primera base de entrenamiento del grupo, que a partir de ahí comenzó a crecer en relevancia. Primero, interviniendo a favor de separatistas en la región ucraniana de Lugansk, para luego extenderse a Siria — donde Rusia ejercía como aliado de Damasco en la guerra civil — y de ahí a África, donde según Estados Unidos y sus aliados actúa como brazo armado de las juntas militares que han asumido el poder en los últimos años, como en Malí.

Las autoridades de Estados Unidos también han acusado a Prigozhin de organizar grupos de “trolls” en internet para interferir en las elecciones estadounidenses de 2016 a través de una serie de campañas Facebook y Twitter a favor de Donald Trump.

LA INVASIÓN DE UCRANIA

Tras años de desmentidos, y ya en plena guerra de Ucrania, Prigozhin acabó confirmando que había fundado el grupo de mercenarios en 2014, en una decisión que puso rostro a la organización y le convirtió en una estrella de las redes sociales, en las que anunciaba constantemente las operaciones del grupo contra las fuerzas ucranianas.

Conforme pasaban los meses, no obstante, crecía también su rechazo a la estrategia planteada por el Ministerio de Defensa ruso, al que acusó de privar de municiones a sus hombres durante campañas tan intensas como la librada en la ciudad de Bajmut. Los reproches públicos dieron paso en junio a un desafío sin precedentes contra Moscú.

Prigozhin ordenó a sus mercenarios tomar territorios en Rusia –especialmente simbólico fue el control ejercido sobre la ciudad de Rostov del Don– y tropas del grupo llegaron incluso a avanzar hasta Moscú, ante el estupor de la comunidad internacional. En cuestión de horas concluyó el motín, pero ni la figura de Putin ni la de Prigozhin volverían a ser las mismas.

Putin nunca antes se había enfrentado a un desafío de esta magnitud y, pese a que en un primer momento prometió perseguir a todos los instigadores de la revuelta, accedió a que el Grupo Wagner pudiese trasladarse a la vecina Bielorrusia. Moscú renunció, además, a procesar penalmente a Prigozhin, cuyo paradero ha sido motivo constante de especulaciones.

El presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, llegó a confirmar su llegada a Bielorrusia, para días más tarde aclarar que estaba en Rusia. El jefe de Wagner había reaparecido esta misma semana en un vídeo en el que sugería que estaba en algún país de África.

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