Ventana

La oculta esperanza, de Alejandro Bellido

Aunque no faltan poetas que no se dan por enterados, hace ya más de un siglo que la poesía se bajó de ese púlpito de estiramiento y solemnidad en el que estaba prisionera. Más tarde siguió otro paso, la autoironía, la bendita capacidad de no tomarse en serio, la visión de sí mismo –en el poeta– regida por la burla de lo que es y de lo que hace. Y todo eso, desde dentro del poema. Bellido (Huelva, 1993) lo logra sin renunciar a la ternura, como ese poema sobre un bebé, «A ese cachorro recién nacido», como los poemas de (des)amor. Con razón dice Jorge Barco que este libro “es una búsqueda para el poeta (… y) un descubrimiento para sus lectores”.

UN CACHORRO RECIÉN LLEGADO

Curarás tus heridas en los ojos de mi madre y en los míos, jugarás con tu pelota, morderás con cuidado nuestras manos. Y no podrás darle palabras a eso. No sabrás qué es reposar plácidamente en la tarima a un lado de la estufa, subir luego al sofá, y que te esperen caricias, besos, achuchones, que al despertar de la siesta te sorprendan acechantes mis manos y mi sonrisa como queriéndote apresar y que sepas que es solo un juego. Vives la vida de la forma más limpia posible: recibes cada estímulo, lo sientes y ya está. Sin preguntas, superando con mucho a los más sabios de nuestra tribu: los niños. Y a veces te envidio. Pero déjame decirte que hay palabras por las que merece la pena ser hombre, y cargar con este estigma de la vida consciente, con esa estúpida manía de ponerle un nombre a todo; porque hay palabras con las que puedes robarle un poco de pureza a las cosas para verter más luz sobre ellas. Por eso, déjame, pequeño, decirte que todo eso que vas a ver y a lo que no vas a saber darle un nombre se llama hogar.

ALEJANDRO V. BELLIDO

OTRA VEZ…

Otra vez el Amor,

que no puede ser, el que faltaba.

Otra vez a rabiar si no responde

rápido a mis mensajes, otra vez

a emborronar papeles con versitos

no solo –y por si fuera poco–

mediocres, sino encima cursilones.

Otra vez las lágrimas –patético–

escuchando en Spoti a la Jurado

–como una ola…–; qué puta vergüenza;

o leyendo poemas, otra vez, de este palo:

Donde pongo la vida, pongo el fuego

de mi pasión volcada y sin… etcétera.

Otra vez a reírle

las gracias a mi jefe, a cepillarme

los dientes, cada día, otra vez

a no comer más pizza

fría en el desayuno: otra vez

a volver a la lucha por la vida.

Otra vez –qué pereza–

se me ha pegado el bicho,

ese bicho asqueroso, persistente,

que se llama esperanza.

ALEJANDRO V. BELLIDO

EL ABRAZO

En estos versos pongo –aquí se queda–

la caricia que nunca te daré,

aquí pongo los besos

de fuego que te enciende en las calles

de mi imaginación

–de los que no tendrás noticia nunca–;

aquí también las sábanas

que nunca rozarán nuestros cuerpos desnudos

y tu sonrisa,

aquella que no lleva

mi nombre la pondré

–tan luminosa, tan

pequeña– justo

aquí.

Aquí dejo estas líneas

que –torpemente– tratan

de darle a la tristeza un cuerpo

que me abrace esta noche.

DEL PAÍS DE LOS SUEÑOS

Ahora que todo se concreta,

y sales del país de los sueños,

ahora que vienes

a sacarme de este pozo

de amargura, y a librarme los pies

del gris barro de la rutina…

Ahora que todo se concreta

y tomas por fin

cuerpo, quiero decirte

que te vayas por donde has venido.

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