OLIMPISMO

El engaño del medallero

Las grandes naciones del mundo que, tienen altos índices de desarrollo humano y elevados niveles de ingreso per cápita, con un sistema educativo de calidad y de salud, nunca tienen como objetivo medir su desarrollo deportivo, por las medallas que alcanzan en un ciclo olímpico, porque tienen plena conciencia que el alto rendimiento para que sea beneficioso debe ser el resultado de la práctica deportiva colectiva desde los recintos educativos, promoviendo la participación, la paz social , los valores, la inclusión, el control social y la convivencia pacífica.

En adición, diseñan todas sus políticas públicas para contribuir al desarrollo humano y pleno de sus ciudadanos desde la escuela. No como sucede en República Dominicana, donde se produce una narrativa mediática, si avanzamos o retrocedimos en cada ciclo olímpico, en función de las medallas alcanzadas y la posición en el medallero. Cuando la realidad es que no existe ninguna relación entre las conquistas de medallas y el desarrollo deportivo de un país.

En todos las naciones, tal como lo establecen sus normas, el deporte es un recurso y un medio para fortalecer el sistema educativo y, promover el desarrollo humano.

Por esta razón, nuestra constitución en su artículo 65 establece que el deporte es políticas públicas de educación y salud, y que la escuela se constituye en la base de desarrollo del sistema deportivo nacional.

De igual manera, la Estrategia Nacional de Desarrollo Ley 1-12 en su objetivo general 2.7 ordena que el deporte debe tener una manifestación nacional, que va desde lo local, municipal, regional, y nacional para contribuir a la cohesión territorial.

Por su parte, la ley General de Deportes 356-05 en su artículo primero tiene el mandato hacia donde debe ser la prioridad de la inversión pública que es la escuela, donde la práctica deportiva estará orientada esencialmente a la formación integral de los ciudadanos en lo físico, intelectual y moral, a fin de contribuir al bienestar social del país. Asimismo, establece que la práctica del deporte y la recreación deben estar en toda la geografía nacional; y que todos nuestros niños deben recibir estos beneficios, para contribuir a la integridad física y mental, coincidiendo con la Ley 1-12; y, en consecuencia, impone un plan que debe tener el deporte nacional para que no afecte los intereses del Estado con el deporte.

En pleno siglo XXI carecemos de una visión y un plan estratégico. A esto se refiere el doctor José Joaquín Puello Herrera cuando expresa que “el deporte debe dejar de vivir del talento y del fenotipo del dominicano, y darle paso a un verdadero plan del desarrollo deportivo nacional”.

No obstante, el mandato de la Constitución dominicana, la Estrategia Nacional de Desarrollo y la ley General de Deportes, son simplemente enunciados, aun con la clara definición del rol del Estado con el deporte.

Tenemos desafíos para establecer las diferencias entre el deporte aficionado y recreativo, con el profesional, federado, y de alta competición para crear políticas públicas de educación y salud desde los recintos educativos, y si el deporte no es regulado adecuadamente se afectan los intereses colectivos de la nación.

El deporte cuando se concentra en el alto rendimiento, deja de lado la alta prioridad nacional que es la educación, llegando a un punto donde confundimos lo esencial con lo marginal, porque la excepcionalidad es la medalla, y la prioridad es el desarrollo de nuestro capital humano desde la escuela.

Por lo tanto, para que el deporte sea un instrumento de desarrollo es necesario sincronizar las políticas públicas en educación y salud. En consecuencia, el sitial que ocupamos en los distintos medalleros del ciclo olímpico, sino se cumple con la tarea y el rol del deporte para el desarrollo nacional, la posición que alcancemos siempre será un gran engaño.

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